miércoles, 7 de marzo de 2018

Ya nadie lee a Joyce



Los libros hablan de sí mismos. De otros. Los mencionan sin hacerlo. Los sugieren. Los connotan. Los linkean. La tele también habla de sí misma, pero mal. Habla en primera persona, a los gritos, exhibe su ego. Ofende con su exhibicionismo. En cambio, la radio habla de la tele y aburre. La salvan sus especímenes disruptivos. Los desobedientes. Los que hablan de cualquier cosa menos de la tele, tampoco de libros porque esos aburren más. Los que leen con tono académico y pomposo para parecer intelectuales. Una cosa es desear leer a Joyce y otra es desear haberlo leído. Y alardear.