miércoles, 16 de diciembre de 2015

Boxeador, cantante y modelo: el primer mediático




El jueves 17 a las 18.30 en APUR (Córdoba 2965), Ezequiel Fernández Moores presenta la biografía de Oscar Bonavena. “Díganme Ringo”, la historia sobre uno de los personajes más carismáticos del deporte argentino, un precursor del “show business”.


Alejandro Mangiaterra | Cruz del Sur 

Se cumplen cuarenta y cinco años de un hecho inolvidable para el deporte argentino, que desmiente aquella idea de que sólo se recuerda a los ganadores. Aunque bien sabemos que la derrota de Ringo Bonavena contra Muhammad Ali no fue derrota. También se cumplen, en pocos meses, cuarenta años de su violenta e inesperada muerte, que dio origen al mito. La que potenció el mito. El jueves 17 de diciembre en Rosario se presentará en Rosario “Díganme Ringo”, el libro que revela la historia del personaje y que ofrece las respuestas que aún quedan flotando sobre el asesinato del boxeador argentino que desafió al establishmen del boxeo mundial y puso en jaque sus estructuras. Su autor, el prestigioso periodista Ezequiel Fernández Moores, charlará en Apur con los colegas, amigos y con los aficionados al boxeo y al deporte. Pero antes, habló con Cruz del Sur.


“Ringo no fue campeón mundial, su estilo carecía de sutilezas, perdió sus peleas más recordadas y, muchas  veces, fue más hábil con la lengua que con los puños. Sin embargo, su nombre tiene una estatura mítica que acaso ninguno de los grandes campeones mundiales del boxeo argentino alcanza a igualar, tanto por su vida extravagante como por su violenta muerte en los días de plomo de 1976”, reza la invitación a la lectura de la historia de Bonavena, por los ribetes míticos de su vida pero también por la pluma de quien la cuenta.

“Boxeador, cantante, modelo, showman, personaje y comparsa del jet-set, Bonavena fue ante  todo un producto inventado por sí mismo. Un emergente de aquella borrascosa década del sesenta, cuando todo parecía posible, en nuestro país y en el mundo. Díganme Ringo recorre  la vida de Bonavena desde su infancia humilde en Parque Patricios a la noche en que le ganó el  título argentino a Goyo Peralta en el Luna Park con récord de público. Desde los 92 puntos de rating que tuvo su pelea con Muhammad Ali a sus simpatías y antipatías políticas. Desde
su entorno familiar a la noche en que un balazo le perforó el pecho en un burdel de Nevada. El peso pesado de pies planos que irritó y fascinó por igual a las masas con sus triunfos deportivos, sus declaraciones extraboxísticas y su voz aflautada cantando el Pío Pío”, así describe al héroe de barro el autor de notable prosa.

—¿Qué es lo que motivó el libro inicialmente?

—Hay que retroceder bastante, hasta el año 1989. Las editoriales Planeta y Sudamericana habían decidido reconstruir, en una colección, la historia de personajes muertos de la Argentina, no del deporte, en general. Me convocaron para eso y me pusieron sobre la mesa un montón de figuras: había como quince futbolistas, artistas, de todo; en el medio estaba Bonavena, solitario. Y ahí me tiré de cabeza sobre Ringo y dije “éste es mi personaje”.

—¿Por qué tan decidido?

—Hay varios motivos. Yo tenía un recuerdo muy caro a mi infancia: miraba sus peleas en casa junto a mis hermanos, fue parte de esos momentos que uno recuerda siempre. Cuando te digo que Ringo formó parte de mi infancia –advierte –no me refiero estrictamente a su rol de boxeador sino por lo que él hacía fuera del ring: presentaciones en la televisión con Pipo Mancera, era el rey de la noche porteña, el fanfarrón. Hace poco leí algo que escribió Martín Becerra; él decía que Ringo fue un mediático antes de que se inventara esa palabra. Yo coincido con su visión. Bonavena tenía un manejo extraordinario de los medios. Él sabía que tenía que vender sus peleas, no había sponsor que le dijera que debía decir y que no, no había conciencia del marketing como el que tenemos hoy, pero él sabía que tenía que venderse. Por otro lado, la invitación a escribir sobre él, era para mí una forma de ingresar al mundo del boxeo desde otro lugar. Hacía como diez años ya que era periodista y yo tenía una mirada crítica sobre el boxeo. Entonces esto me proponía una mirada distinta, incluso fui al Borda, hablé con neurólogos y mucho más para eso.
—Usted dijo que él sabía que tenía que vender las peleas, ¿era algo intuitivo o lo aprendió?

—Por un lado puede que sea algo intuitivo pero yo no lo reduciría solo a eso, recordemos que Ringo viajó a Estados Unidos en el año ‘64, después de que le quitaran la corona porque en el Panamericano de San Pablo le mordió la tetilla a un rival. Allá, descubrió el fenómeno de Muhammad Ali. Él descubre al gran bocón y ve como el gran bocón vendía sus peleas y adquiere algunas de esas actitudes. Ali escribía poemas sobre sus peleas, las promocionaba insultando a los rivales, provocándolos, diciéndole cosas horribles. Y Ringo descubre que eso enganchaba, por eso uno entendió después que era un personaje amado pero también odiado. Estas actitudes que él toma de Alí no le eran ajenas, era un porteño bien típico y ya era fanfarrón, así que no le costó mucho.

—¿Podemos decir que el alumno superó al maestro?

—Sí, Ringo en aquella previa a la pelea con Ali le ganó claramente el duelo verbal, casi lo deja sin palabras al rey de la palabra.

—¿Qué hay de cierto y cuánto de mito en que Alí fue a buscar a Bonavena al hotel cansado de las chicanas para pelearlo?

—Es difícil separar el mito de lo que suponemos pudo haber sido la verdad, en toda su vida, no solo en este caso particular. A mí me ha pasado al entrevistar a gente, y luego al intentar chequear alguno de los relatos, que las historias no me cerraban por ningún lado. Y no es que la gente me mintiera deliberadamente, es que se habían subido al mito, ya formaban parte de la historia. Y hasta es ridículo querer desmentir todas las cuestiones que se fueron gestando alrededor suyo… no estamos hablando de un asesino serial, estamos hablando de un deportista que trascendió a su actividad. Por ejemplo, en la misma previa a la pelea con Alí hay una historia que lo pinta de cuerpo entero: él vuelve de correr totalmente mojado, empapado. Entonces lo ven algunos periodistas que estaban apostados en cercanías de la casa donde se alojaba y le preguntaron porque había vuelto así. Entonces el hermano empezó a hacerse el misterioso y dejó trascender que se había tirado al lago a salvar a un pibe que se estaba ahogando. Y todos lo creen y lo cuentan así. Pero reconstruyendo esos días, después supimos que era todo mentira. Se le ocurrió decir eso y listo, él era así.

—¿Cuánto tiempo y trabajo llevó escribir el libro y reconstruir esa historia llena de mitos?

—Lo escribí en varias etapas pero fueron aproximadamente dos años. Al final esa colección que habían intentado las editoriales no prosperó como tal, porque vieron que tenían entre manos un libro en sí mismo con la historia de Ringo. Trabajamos del ‘89 al ‘91 y finalmente el libro se editó en el ‘92 por primera vez. Pero en el medio fui haciendo otras cosas porque esto se gestó sorpresivamente. Lo que era un libro inicialmente de cien páginas terminó siendo de trescientas páginas.

—¿Por qué el título del libro es “Díganme Ringo”, qué historia hay detrás del nombre y de ese imperativo?

—El apodo de Bonavena tiene que ver con una cuestión promocional. Ringo pedía que lo llamaran así. El primer manager que tuvo en Estados Unidos no sabía que apodo ponerle y aprovechó la cargada de unos chicos que al verlo con flequillo empezaron a llamarlo “Ringo”  porque los Beatles estaban grabando un comercial ahí en la ciudad en la que se encontraban.
 
—¿Por qué lo edita de manera independiente?

—Porque me di cuenta que Ringo seguía siendo un personaje muy popular. Hoy ves una telenovela y el boxeador se llama Ringo, los grupos de música cuando quieren homenajear al deporte lo nombran a él y no a Monzón, por ejemplo, o a otros. Entonces me di cuenta que el recuerdo estaba siempre latente. Escuche de grupos metaleros que le dedican canciones, el Aguante Bonavena de Almafuerte es el más conocido pero no es el único. Y por otra parte, porque sobre él no había material de consulta, incluso me pedían el libro algunos profesores y me cansé de fotocopiarles la primera edición, que por cierto no se consigue.

—¿Qué cuenta este libro que no se sabe de la vida de Ringo, un hombre que expuso mucho su vida mediáticamente?

—La idea era contar este fenómeno social que produce Ringo, sin ninguna pretensión sociológica ni nada. Intentar contarlo a través de historias. Y después quisimos narrar el trágico final, qué pasó para que un porteño tan vivo, tan ganador, tuviera un final tan duro. Qué pasó con ese ocaso, intento un recorrido sobre ese ocaso.

—¿Y le encontró explicación a su muerte?

—En su final hay algo del ocaso de los ídolos, algo que les suele suceder a las grandes estrellas no sólo al deportista, a veces a los artistas les pasa algo similar. Viven un periodo de cierta desesperación porque sienten que se acaba el reconocimiento, que se apagan las luces. Entonces pierden perspectiva y hacen macanas que serían imposibles de imaginarse con mucho mundo, con mucho recorrido y que las vivieron todas.

—Bonavena forma parte de la mitología de personajes del deporte, ¿Qué detalle, que elemento, hemos dejado pasar o no hemos visto de Ringo como deportista obnubilados por el personaje?

—No descubro nada al decir que era un tipo muy bravo. Creo que eso explica algo del fenómeno. No era solo un fanfarrón, era un tipo que arriba del ring también respondía. Si sólo hubiera sido un bocón hubiese durado cinco minutos. Pero no sólo hace falta valentía para hacer eso hay que tener cierto bagaje y él por supuesto lo tenía.



El sainete de la AFA

Ezequiel Fernández Moores es autor de unas magistrales columnas que publica semanalmente el diario La Nación, en su versión deportiva. Allí ensaya y ofrece conceptos que vale la pena rescatar. Y en esa condición de hombre lúcido del periodismo, Cruz del Sur lo consultó sobre el particular momento que atraviesa la Asociación del Fútbol Argentino.

—Por un lado me sorprende pero trato de que eso no me suceda o me suceda poco. Intento leer la situación más que poner en juegos sentimientos. Lo que pasa es que, después de 35 años de Grondona, pretender que se vuelva deliberadamente y sin tropiezos a la discusión democrática no es tan sencillo, porque falta cultura democrática en esos dirigentes y porque la situación nos demuestra que Grondona no era el único en todo caso. No era una rara avis. Ese mundo es muy así. A ese mundo le cuesta mucho la democracia y le cuesta mucho saber perder. El futbol argentino se ha caracterizado por eso de que no hay que perder. Está prohibido perder. Y se ve que no es sólo adentro de la cancha. Es decir, para no perder hacemos una cuenta en la que 38 a 38 nos da 75

—¿Más allá de quien se quede con el poder de la AFA, como explica el sainete y las dos posiciones políticas?

—Acá se pone en discusión que es lo nuevo y que es lo viejo. Si el Grondonismo es Segura estaría bien preguntarnos por qué Julito Grondona (el hijo de Don Julio) vota a Tinelli. Si el Grondonismo es Segura porque Burzaco, hoy preso en Estados Unidos, socio de Tinelli lo quiso meter a manejar el Futbol Para Todos y si estuviera libre estaría haciendo lobby por Tinelli. No quiero decir que uno sea mejor que el otro, lo que intento decir es que en los juegos de poder está todo muy mezclado. Digo todo esto para salir de la simplificación de que uno es malo y el otro es bueno, es más complejo que eso.


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