La historia de Victoria Mori, la chica de
San Lorenzo, que asombra al mundo de la natación de agua helada, acaba de
consagrarse como la mejor del planeta en 200 y 450 metros en Siberia, Rusia, a
once grados bajo cero.
Alejandro
Mangiaterra
Una chica de veintidós años disfruta de la calefacción central de un coqueto hotel de Moscú, que hoy sirve de refugio para sus últimas horas de vacaciones. Está a trece mil quinientos kilómetros de su casa, pero veinticuatro horas antes de este plácido momento turístico estuvo unos dos mil kilómetros más lejos, en medio de Siberia, sumergida en Siberia. Literalmente, nadando en el rio Turá con el agua a cero grado y una temperatura ambiente de once bajo cero. No se trata de una promesa ni de un rito religioso, habituales por estos días en Europa del Este, en donde los creyentes se bañan tres veces seguidas en los ríos gélidos que amueblan su geografía. Ella nació en San Lorenzo, a pocos metros del Río Paraná, sin vínculos aparentes con el frío siberiano. Sin embargo, acaba de convertirse en la nueva campeona del mundo de la natación de invierno.
Una chica de veintidós años disfruta de la calefacción central de un coqueto hotel de Moscú, que hoy sirve de refugio para sus últimas horas de vacaciones. Está a trece mil quinientos kilómetros de su casa, pero veinticuatro horas antes de este plácido momento turístico estuvo unos dos mil kilómetros más lejos, en medio de Siberia, sumergida en Siberia. Literalmente, nadando en el rio Turá con el agua a cero grado y una temperatura ambiente de once bajo cero. No se trata de una promesa ni de un rito religioso, habituales por estos días en Europa del Este, en donde los creyentes se bañan tres veces seguidas en los ríos gélidos que amueblan su geografía. Ella nació en San Lorenzo, a pocos metros del Río Paraná, sin vínculos aparentes con el frío siberiano. Sin embargo, acaba de convertirse en la nueva campeona del mundo de la natación de invierno.
Victoria Mori estudia odontología en la
Universidad Nacional de Rosario, entrena en el club Echesortu y depende de que
sus padres junten el dinero necesario para competir a primer nivel. Así y todo
es campeona del mundo. Acaba de consagrarse en 200 y 450 metros libres en aguas
congeladas. Durante el último fin de semana, se llevó a cabo el Mundial de
Invierno de Natación (Winter Swimming World Championship) en Rusia, en Tyumen;
la primera ciudad de Siberia. Fue fundada en el año 1586 y está situada sobre
el río Turá, donde se realizó el evento que reunió a 1275 nadadores que
representan a 42 países y 368 ciudades.
Sin grandes marquesinas ni apoyo económico,
sin becas al alcance de la mano, la joven que se preparaba para correr la Santa
Fe – Coronda, terminó consagrándose como la mejor nadadora de aguas gélidas del
mundo, superando a rusas, checas, finesas y otras nadadoras mucho más
acostumbras al frío que ella. Pero las bolsas de rolito en la bañera se ve que
tuvieron su rédito. Con ese método entrena en su casa de San Lorenzo, según
cuenta; para templar el ánimo y poner a prueba su resistencia.
Después de su hazaña, mientras descansa en
su última noche rusa, habla con Cruz del Sur en una charla interrumpida, a
intervalos regulares, por la vibración en el teléfono que generaban los
mensajes de sus familiares y amigos, quienes la buscaban para saludarla y
felicitarla a la distancia.
—Cuando estaba en Argentina, si me hablaban
de Rusia pensaba en la tierra de Ivan Drago, el rival de Rocky. Me imaginaba a
gente dura, rígida, fría, con gesto adusto, pero la verdad es que acá me
mostraron otra versión de la película. La mayoría de las personas que conocí
fue muy amable. Todos te quieren ayudar a resolver los problemas que se te
presentan. Iba a un restaurante y si los mozos no hablaban inglés, siempre
aparecía alguna persona sentada en la mesa de al lado que se ofrecía a traducir
lo que yo quería comer o pedir. Tyumen vive en el medio de su vínculo con China
y con el mundo europeo. Y están en el medio de lo que es Siberia y la parte más
cálida. Es una ciudad chica, como San Lorenzo, muy tranquila y muy linda. Está
muy presente lo que les dejó la guerra, no solo en los museos sino también en
las calles. Hay mucha presencia militar. Después de esta experiencia, creo que
Rusia es hermosa. Tuve la oportunidad de caminar por Moscú. Caminé por la Plaza
Roja durante medio día y pensé que había visto todo, pero me metía en alguna
callecita lateral y me encontraba con cientos de museos, una arquitectura
formidable, una ciudad maravillosa.
—¿Cómo caíste en Siberia?
—Todo empezó bastante tiempo antes de este
viaje. Mi vínculo con el agua viene desde que tenía un año y medio, por
cuestiones médicas. Pero empecé a competir a los 14, aunque siempre en pileta.
Tres años atrás decidí dedicarme a las aguas abiertas y hace dos me interesé
por lo que eran las competencias de invierno. En Facebook una vez leí una nota
sobre Matías Ola, un chico que había competido en aguas heladas y le comenté a
mi mamá que me parecía una locura pero me gustó. No entendía como aguantaba la
temperatura del agua. Entonces, lo agregué a mis amigos para seguir lo que
hacía y en determinado momento él publicó su deseo de hacer una competencia en
Argentina, un festival. Apenas vi eso les dije a mis papás que quería
participar. Era una locura porque nunca me había metido al agua helada, nunca
menos de 26 grados que es la temperatura óptima para una competencia de
natación – y que para muchos es bastante fría –. Mis viejos aceptaron.
—Pero
tirarse al agua en Argentina no es lo mismo que hacerlo en Siberia
—Es cierto, pero me costó más ese golpe
inicial que meterme al agua en Rusia. Aquella vez me tiré con traje de neoprene
porque sabía que iba a sentir mucho frío. La competencia era en Potrerillos,
Mendoza y nunca había estado en el agua a una temperatura tan baja.
—¿Y
cómo te fue?
—Gané
esa competencia. El agua estaba a 8 grados y afuera del agua había una
sensación térmica de 5 grados.
—¿Cómo te entrenaste para eso?
—En
mi casa, llené la bañera de hielo y me metía de golpe con el traje de neoprene
puesto para sentir el frío a lo bestia. No se me había ocurrido hacerlo
progresivo, lo hice a los ponchazos y dio resultado. Hoy por hoy hago lo mismo.
Entreno en mi casa. Pongo la bolsa de rolitos adentro de la bañera y me meto.
Soy una de las pocas nadadoras de invierno que hace eso, porque a nadie le
gusta. Es muy feo, no te podes mover. Así entrenas tu cabeza y tu resistencia
pero no es difícil sobrellevarlo.
—¿Ese triunfo te dio pie a que te dedicaras
a las competencias de agua fría?
—La verdad que después de esa experiencia
quedé muy enganchada, me encantó. Tras esa carrera algunos nadadores me
ofrecieron empezar a competir en Europa, empezar a viajar y a hacer experiencias
pero no tenía dinero para hacerlo. Hoy por hoy no tengo mucho apoyo pero en ese
momento tenía menos. Todo tenía que salir del bolsillo de mi familia y era
imposible. Así que esas aspiraciones de estar en el Winter Swimming las tuve
que dejar de lado, momentáneamente.
—Entonces,
¿Cuándo te decidiste a viajar?
—El año pasado directamente me enfoque en
la natación de larga distancia. Quería completar el circuito de Grand Prix,
participé de una carrera en Canadá, con un clima bastante frío y ahí quedé en
la 5ta posición. Si bien no era una competencia como ésta, me di cuenta que
tengo bastante afinidad con las que se realizan en este clima. Antes de eso, en
Entre Ríos conocí a Sergio Salomone, que hace tiempo compite en la
especialidad. Él me aconsejó que participara en un torneo que se hacía en
República Checa. Dudé mucho pero al final me dieron ganas de participar. Busqué
que me ayudaran económicamente y conseguí que me pagaran el pasaje. Competí en
cuatro carreras: en tres terminé primera y en la otra – de 1km- finalicé
segunda. Con esos resultados y otro primer puesto que conseguí en Austria me
clasifiqué para este mundial de Rusia, pero no sabía si podría venir. No tenía
el dinero. El vuelo es muy caro y además el frío de Siberia es muy especial. No
sabía si me iba a acostumbrar. Por otra parte, tenía previsto participar de la
temporada de verano en Argentina; iba a correr la “Santa Fe- Coronda” y la
“Villa Urquiza” pero se suspendieron y me vine para Rusia.
—¿Cómo solventas tus viajes sin apoyo?
—Todos los viajes los pagaron mis viejos,
salvo el de Republica Checa en el que buscamos ayuda. En el último tiempo
recibí algunas ayudas: por parte del municipio de San Lorenzo, del gobernador
de Miguel Lifschitz y de la cámara de senadores, pero muy poco. Ahora conseguí
que una empresa de medicina prepaga sea mi sponsor, pero es la primera vez y
además no tengo becas. En argentina no es muy conocida la disciplina, pero acá
en Rusia tienen una gran tradición, incluso vinculada con la religión: los
creyentes se sumergen en el agua helada tres veces seguidas. Ahora, en algunos
países se hizo más conocida porque el contacto con el agua fría tiene un efecto
importante en el sistema inmune y hay muchas personas que lo utilizan para
tener una vida más sana, aunque parezca lo contrario. Ahora está latente la
chance de agreguen la disciplina a los Juegos Olímpicos de invierno, ojalá se
dé, ya que nuestra asociación está vinculada con FINA, que es la que regula
toda la natación a nivel mundial. Pero en Argentina estamos un poco atrasados
al respecto.
Victoria Mori entrena de lunes a sábado en
el club Echesortu, en una pileta de 25 metros y en el gimnasio que usa hasta en
triple turno de acuerdo a la competencia por venir. En lo que ella denomina su
“vida normal”, estudia odontología en Rosario, mientras prepara cada prueba.
Viaja sola por el mundo porque la economía no permite que su entrenador o
alguien de su familia la acompañen. Por lo que hace dos semanas que está del
otro lado del mundo, sin que eso interfiera en su decisión de ser la mejor de
las de su clase. En los últimos tiempos, tuvo algunas experiencias inigualables
en México, Canadá, Italia, Macedonia y Republica Checa.
—En Tyumen estuve hospedada en un hostel,
el Grandfather Lenin's. Nunca me había hospedado en un hostel, me salió muy barato.
Eso fue lo mejor. Además, uno puede cocinarse lo que necesita, más que nada
cuando hay que cuidarse antes de las competencias. Yendo a países que una
desconoce costumbres y cultura, se corre el riesgo de comer mal, porque no te
gusta la comida o porque sencillamente no sabés que pedir. En este caso me
cociné lo que como en Argentina.
—¿Cómo te las arreglás para que nada
interfiera en tu objetivo?
—No
es fácil. Cuando llegué a Tyumen no conocía a nadie. Como viajé varios días
antes de la competencia, recién al tercer día de mi arribo la organización me
envió un guía. Era un chico venezolano que me ayudó a conocer más la ciudad.
Igual yo ya me había caminado todo. Pero estando tan lejos, la chance de poder
hablar en mi idioma con alguien es impagable. Hablo inglés fluido pero después
de un tiempo siempre está bueno escuchar a alguien hablar en español.
—¿Hiciste amigos en estos viajes?
—Al principio estoy sola, pero a medida que
avanzan los días y está por empezar la competencia, empieza a llegar gente que
conocí en otros eventos. Después de un tiempo, ya forman parte de mi familia.
Yo los valoro mucho porque me ayudaron desde Republica Checa, uno de mis
primeros viajes. Además, acá en Rusia estuve con una chica chilena que también
compitió en este mundial y la cosa se hace más llevadera. Por ejemplo, en este
hostel hubo muchos nadadores de Winter Swimming. La particularidad es que eran
todos viejitos rusos de más de 70 años y a pesar de las diferencias en el
idioma –sólo hablaban en ruso–, me alentaron, me ayudaron, estuvieron en la
premiación sacándome fotos y me adoptaron como a una nieta. Así que como
experiencia de vida este viaje fue increíble.
Victoria sigue del otro lado del mundo, con
seis grados bajo cero afuera del hotel que ahora la cobija. Sabe que son sus
últimas horas a tanta distancia de San Lorenzo, pero también sabe que su
estrella está lejos. Por eso sale a buscarla sin reparar en el frío, en la ausencia o en lo que deja en casa al subirse
a cada avión; porque al regreso las medallas colgadas del cuello le dicen que
el esfuerzo valió la pena.
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