miércoles, 9 de septiembre de 2015

El clásico en la piel de dos goleadores históricos



Mario Kempes y Abel Balbo están lejos de Rosario pero el pasado los vincula con los tiempos en que ellos inflaban las redes y las gargantas de sus hinchas. En diálogo con Cruz del Sur, dos de los grandes futbolistas de Central y Newell’s palpitan el clásico que se viene y analizan a los equipos de Coudet y Bernardi.

  
@AleMangiaterra | Cruz del Sur

Uno transita a diario por los pasillos de las grandes cadenas de comunicación relacionadas al deporte; el otro casi no tiene presencia mediática. Ninguno de los dos ostenta un alto perfil pero el pasado frondoso de ambos dentro del campo los vincula. No es el único lazo de unión: los dos están fuera de la Argentina, lejos de Rosario, pero la sienten cerca.


Mario Alberto Kempes debutó en Central en 1974. Fue subcampeón del Metro y del Nacional de ese mismo año. Fue el goleador del campeonato con 25 goles en 25 partidos. En el Torneo Metropolitano de 1975 fue goleador de su equipo con 25 gritos en 28 encuentros. Durante el campeonato marcó 4 veces 4 goles en un mismo partido. En 1995, con más de 40 años, participó en un clásico rosarino amistoso, que el Canalla ganó 1 a 0 con gol suyo. Si le faltaba algo para vestirse de héroe, eso lo consagró.

—¿Cuáles son sus vínculos actuales con Rosario y con Central?

—La distancia limita un poco la frecuencia con los amigos pero cada fin de semana me siento delante de la pantalla para ver los partidos y si no se puede por obligaciones laborales lo pongo a grabar para ver a Central cuando el tiempo lo permite. Me gusta este Central, distinto a otros “Centrales”, porque este equipo propone, no como ocurría en otros torneos. Entonces uno se sienta con ganas de ver que hace el equipo fecha tras fecha.

—¿Qué le gusta del equipo de Coudet?

 —Dicen que cada equipo se parece a su conductor, es un reflejo de quien lo dirige. Y el Chacho les imprimió esa fuerza y esa motivación que lo caracterizaron como jugador, más la inteligencia para leer los partidos y hacerse amigo del manejo de la pelota. Me parece que es un equipo difícil para hacerle goles porque está bien armando y muy criterioso cuando ataca, aunque no siempre le salga lo que intente.

—¿Se imaginó que su vida estuviera tan ligada a Rosario habiendo nacido en la provincia de Córdoba?

—La verdad que no, pero mis vínculos con Rosario vienen desde chico. Yo debuté jugando para Instituto en el año ´73 en un Campeonato Nacional ante Newell’s. Pero muchos antes que eso, antes de que yo fuera a Instituto, mientras vivía en Bell Ville, Newell’s iba siempre a mi pueblo a hacer la pretemporada y yo jugaba contra ellos siendo muy chico porque siempre faltaba alguno para completar el equipo rival.

—Entonces no sólo su inicio en Primera se dio ante la lepra sino que también el final de su estadía en Central y de su carrera?

—Claro, casualmente el último partido que juego con Central en el año ‘76 antes de ir a River lo hago contra Newell’s en el clásico y después en el ‘95 me invitaron a aquel partido amistoso en el Parque Independencia que ganamos con gol mío, pero que se suspendió a los cuarenta y cinco minutos por incidentes. Yo ya estaba retirado, tenía más de 40 años pero podríamos tomarlo como mi último partido importante. Lo lamentable fue lo de los incidentes, pero –poniéndole un poco de humor – menos mal que sólo tuve que jugar un tiempo porque no se cómo hubiera terminado.

—En el medio de estos clásicos, está el Gigante de Arroyito como escenario de su página más gloriosa con la selección. ¿Lo pensó alguna vez como amuleto de la suerte al estadio de Central?

—Sí, claro que podemos tomarlo como amuleto. En  el Mundial ’78 no venía jugando un gran torneo. Nuestra llegada a Rosario hizo que las cosas cambiaran mucho para mí; empecé a marcar goles a levantar el nivel, hice los dos con Polonia, después jugamos el clásico con Brasil y por último el famoso partido con Perú. Es probable que el conocimiento de la cancha y del ambiente me ayudara a sentirme mejor de lo que me había sentido en Buenos Aires. Era local ahí. El loco Killer y yo éramos locales en Rosario.

—¿Qué significa hacer un gol en un clásico?

—Es diferente a todo. Uno sabe desde que arranca el año que esos dos partidos son los que tiene mayor obligación de ganarlo. Es probable que si perdés cualquiera de los otros no te cambie demasiado el día a día, pero con el clásico es distinto. Primero jugar el clásico ya es una bendición, mucho más si te toca ser protagonista y hacer goles.

—¿Qué particularidad podría mencionar del clásico rosarino, usted que jugó el River – Boca con Maradona enfrente y el Argentina – Brasil en un Mundial?

—Yo podría decirte que es el clásico más importante del interior, pero estoy tentado a decirte que es el más importante de la Argentina. Claro que el Boca-River es el que se lleva la atención mediática porque importa en todo el país, pero el clásico rosarino es muy especial, la mayor rivalidad entre dos clubes se ve ahí en Rosario, en los otros clásicos está un poco más esparcida esa pasión.

—¿Le quedó alguna cuenta pendiente en Central?

—Si quedó alguna cuenta pendiente espero que no me venga con intereses porque con la cantidad de años que han pasado tendría que pagar una fortuna (entre risas). No, la verdad es que siempre me han tratado muy bien y uno ha dado todo lo tenía para ayudar al equipo y darle alegría a la gente. No tengo más que palabras de agradecimiento para con la gente de Central.



Abel Eduardo Balbo debutó en la Primera Newell’s en 1987, con apenas 20 años. Su estadía con el primer equipo fue fugaz gracias a sus condiciones, porque el mercado europeo se lo llevó –previo paso por River – cuando en el futbol del viejo continente los extranjeros eran la excepción y no la regla, como ocurre por estos días.

Jugó apenas 23 partidos con la rojinegra pero a pesar del corto periodo fue campeón del torneo 87/88 de la mano del Piojo Yudica. Las principales figuras de aquel equipo eran: Scoponi, Basualdo, Theiler, Pautasso, Sensini, Rossi, Llop, Martino, Alfaro, Ramos, Almirón, Abel Balbo, Dezotti, todos surgidos de la cantera rojinegra.



Estos jugadores surgidos del semillero de Newell’s, tuvieron tres exponentes catapultados al mundo: Sensini, Dezoti y Abel Balbo.

—Usted no es un hombre que suele aparecer muy seguido en los medios, menos en los rosarinos, cómo es su vínculo actual con Newell’s?

—Sigo habitualmente el futbol argentino a pesar de que los horarios a veces no ayudan y con especial atención la campaña de Newell’s, no sólo en este campeonato sino desde siempre. Trato de estar siempre cerca, de los afectos, de los amigos, de lo que nos mantiene en contacto con nuestra casa. El vínculo es siempre grande y fuerte. Yo tuve la suerte de formarme en las inferiores del club, de llegar a Primera, de salir campeón –cosa que le pasa a muy pocos futbolistas –. Así que sentimentalmente siempre estaré ligado y agradecido por darme la posibilidad de formarme como profesional y como hombre. Tengo muchos ex compañeros que hoy están trabajando en el club, obviamente se hace difícil hablar cotidianamente con ellos pero cuando lo hacemos es un encuentro lleno de afecto.

—¿Como analiza el momento que vive Newell’s y su técnico, envueltos en esta necesidad de ganar el clásico y presionados por la demanda de la gente?

—Sí, digamos que está en una situación particular. No es la mejor situación para afrontar un clásico porque el estado anímico no es el mejor, porque viene de perder el anterior, porque tiene que resolver algunos problemas como equipo y otros que le caen desde afuera. Pero el clásico es distinto por eso, porque es el partido que te puede cambiar toda una serie de situaciones adversas o beneficiosas, de acuerdo a como salgas parado.

—Usted fue uno de los fundadores de la gran legión de futbolistas de Newell’s que hicieron carrera en el mundo. ¿Lo siente así?

—Bueno, creo que tuve la suerte de pertenecer a una camada y a un períodode oro de Newell’s y de la formación de futbolistas en el club. Era una máquina de sacar futbolistas de primer nivel, entonces la institución se podía dar el lujo de vender a un jugador recientemente promocionado a Primera, con condiciones –no lo niego –, porque atrás había otro de la misma jerarquía y detrás otro esperaba su turno. Fue una época dorada. Además, la vivimos con mucho orgullo porque el campeonato que logramos en el 87/88 fue extraordinario, no sólo por lo que significó sino por el modo en el que fue conseguido: todos los jugadores y todo el cuerpo técnico nacidos en el club. Algo histórico y único.

—¿Cómo analiza la situación de los pibes a los que hoy les toca debutar en este contexto y de las críticas sobre la carencia de jugadores de inferiores en algunos puestos?

—Es muy difícil hablar desde afuera y sin conocer lo que ocurre con profundidad. Además, sería ingrato de mi parte hacerlo de ese modo. Me parece que los contextos son distintos. Es cierto que nosotros nos fuimos rápidamente, pero antes no se vendían tantos jugadores como ahora y los tiempos de formación de los futbolistas eran otros. En aquel plantel había jugadores de gran experiencia que ayudaban a los más chicos a entrar rápidamente en el circuito de juego que tenía aquel equipo. Ese contexto también es diferente al de hoy. Los apuros son mayores.

—¿Qué recuerdos tiene de los dos clásicos que jugó en esa temporada?



—Recuerdo obviamente con más cariño el segundo, aquel que ganamos con gol de Dezzoti en el Coloso (entre risas). El primero no fue tan lindo por lo que implica perder un clásico en una ciudad tan futbolera. Ese año salía todo bien, entonces a pesar de haber perdido el primer partido en Central, nos recuperamos enseguida y ganábamos todo lo que jugábamos. Esa es otra diferencia respecto de lo que pasa ahora. Lo que está complicando a Newell’s es que tampoco pudo recuperarse en los partidos posteriores al clásico, algunos accesibles. Y me parece que este es un plantel de jerarquía que podría haber revertido esa situación.

—¿Cómo vive a la distancia los climas que se viven previo al clásico, eran diferentes a los que le tocó como jugador?

—Eran un poco más tranquilos, no los vivíamos con tantas dificultades previas. Aunque recuerdo el del año ’88, yo ya no estaba, se suspendió un clásico por incidentes. Pero me parece que esa una situación que excede al clásico en sí mismo, tiene que ver con el modo en que vivimos.

—Usted también ha vivido otros clásicos, el River-Boca y el clásico de Roma-Lazio, ¿Qué características especiales tiene el clásico rosarino?

—El clásico de Roma tiene algunas similitudes con el rosarino, en el sentido de que son dos clubes que conviven diariamente en la misma ciudad. Y las diferencias son parecidas. Desde el primer día del campeonato hasta el último se piensa en ese partido. Bueno, nosotros somos hijos de italianos y lo vivimos con esa misma pasión y ese fervor que vivimos en Rosario.

—¿Cuál de ellos es el más pasional?

—Particularmente, sentí con mayor fervor el clásico de Rosario. Es cierto que el River-Boca abarca a todo el país, a mí me tocó jugar un clásico para River y otro para Boca pero yo no era hincha de ninguno de los dos. Pero el de Rosario, probablemente por mi situación personal, me resultó diferente.


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