Matías Lequi se inició en Central pero jugó
poco porque su proyección internacional pronto lo ubicó en River y más tarde en
el Atlético de Madrid. Su periplo europeo lo enriqueció humanamente y hoy se
prepara para ser entrenador.
Alejandro
Mangiaterra | Cruz del Sur
Matías Lequi ya se siente un ex jugador a pesar del poco tiempo que lleva fuera del campo. Su capacidad y preparación lo ayudaron a decidir el momento y a no sufrir el después. Hoy repasa su vida deportiva con alegría, sin nostalgias, a pesar de los pesares. Mira hacia adelante y se ilusiona con ser, algún día, el técnico de Central.
—Ahora qué le pusiste fin a tu carrera de
jugador, ¿cómo recordás el inicio?
—Con alegría. Yo hice inferiores en Central
primero en zona sur. Fue una etapa muy linda pero a la vez dura. Tenías que
hacerte hombre a los 12 años, tenías que vivir fuera de tu casa desde los 13 y
depende como te hayan criado te podía resultar más fácil o más difícil. Sobre
el debut me acuerdo que yo sabía que en algún momento iba a pasar, porque el
Patón (Bauza) estaba rotando mucho, estábamos jugando la Copa Libertadores en
el 2000 y se abrían muchas posibilidades para muchos chicos. La verdad que no
recuerdo nerviosismo, teníamos tantas ganas de jugar en ese momento que no
cabía otra sensación en el cuerpo.
—¿También era el debut de Bauza como
entrenador?
—Él hizo un trabajo ideal, primero en
divisiones inferiores. Preparó a los chicos durante cinco años y llegó a
Primera conociendo a esos chicos y sus posibilidades. Como consecuencia de eso,
él y luego los técnicos que le siguieron tuvieron a muchos jóvenes muy bien
preparados para la exigencia de jugar en el alto nivel.
—¿Quiénes eran tus referentes cuando
debutaste?
—Siempre lo nombre a Juan Pizzi, fue
extraordinario para mí primero disfrutarlo como hincha, después tenerlo de
compañero y finalmente como entrenador. Es un tipo que a mí me generó siempre
buena energía y me alegra que le vaya bien. En el que debuté íbamos todos
detrás de él. También de Maxi Cuberas, de Canals, de Ezequiel Gonzalez, que a
pesar de su corta edad era un líder. Yo viví un momento lindísimo en Central.
Hoy a la distancia, recuerdo que el Patón decía que nos faltaba experiencia.
Evidentemente tenía razón porque la mayoría tenía 20 o 21 años jugando
semifinales de Copa Libertadores.
—¿Qué recordás de esa copa?
—La clasificación ante el América de Cali
no me la olvido nunca más. Estuvimos una semana sin volver a Rosario, no
sabíamos si volver porque esperábamos a ver si pasaba River o Cruz Azul.
Esperamos en Panamá que se resolviera esa serie. Nos decían que acá se vivía
una locura y nosotros estábamos lejos pero sabiendo que todo era un sueño. Fue
una de las cosas más lindas que me pudo pasar.
—En esa época fuiste uno de los grandes
protagonistas de las selecciones juveniles.
—Sí, jugué toda la previa al mundial del
sub 20 de Argentina y me fui a jugar la semifinal de la Copa Libertadores con
Central. Ahí nomás empezaba el mundial. A algunos los esperaron a otros no.
Había tenido charlas en la que me decían que si quedábamos afuera con América
de Cali ya quedaba concentrado con la selección. Sin embargo, pasamos. Y me
quedé afuera del mundial.
—¿Cómo te enteraste?
—Por televisión, mirando Espn. Fue la noche
antes de jugar con Cruz Azul en México. Se ve que a algunos los podían esperar
y a otros no. Hubo un jugador de Boca que jugó la final de esa Libertadores y
fue al mundial. Se ve que a mí no me podían esperar. El jugador de Boca debe
haber sido más importante que yo, seguramente. Sufrí mucho esa noche. Me
acuerdo que el Patón (Bauza) tuvo que hablar conmigo porque esa noche me largué
a llorar en la pieza. Es más, esa semana hablé con gente del cuerpo técnico,
llamé desde un teléfono público desde México. Les expliqué que no podía volver:
“No Lequi, quédese tranquilo”, me contestaron. Esa noche, me entero por
televisión que me quedaba afuera. Era joven y actué de ese modo, esperaba otra
cosa del otro lado. El fútbol tiene esas cosas inexplicables.
—Al poco tiempo tuviste revancha.
—Sí, a los tres meses me compró River. Al
principio me costó mucho. Me costó más irme de Rosario a Buenos Aires que de
Buenos Aires a Madrid. Yo no sabía lo que era vivir solo. Me fui de mi casa
hecho un jugador de Primera. En River te critican hasta los pibes de 10 años
que van a la escuela del club. Cuando venís del interior te lo hacen saber y en
todos lados pasa que el contexto banca más a los pibes del club que a los que
vienen de afuera. Yo en Central nunca tuve presión. Era como jugar en el patio
de mi casa. Me crié ahí, la gente nos bancaba porque éramos del club, nos iba
bien. Todo era ideal. Afuera cuesta más.
—¿Qué es ser campeón?
—La satisfacción del deber cumplido. Es muy
linda y muy rara esa sensación de felicidad. A veces el contexto le da un toque
distinto. Yo salí campeón dos veces con River y recuerdo que cuando se nos pasó
un poco la euforia en el vestuario pensábamos que la sensación era la de haber
hecho lo que había que hacer. Supongo que tenía que ver con las presiones. Es
muy loco porque no se sale campeón todos los días. Mirá hasta donde llega el
nuestro exitismo.
—Después te recibió Simeone en el Atlético
de Madrid
—Fue una experiencia inolvidable. Yo tenía
poco más de 20 años, llegué a Madrid y me encontré con la vuelta del Cholo, con
el mono Burgos, Ibagaza, se armó una linda legión argentina. Hoy miro para
atrás y recuerdo las cosas que decía el Cholo y la poca bola que le dábamos.
Entonces, sospecho todo lo que hubiera aprendido si lo hubiera escuchado.
También entiendo que era joven y que cada uno tiene sus propios procesos de
aprendizaje. El Niño Torres era muy chico pero era una estrella. De todos
modos, la figura era el Cholo. Fue un sueño jugar con él. Yo no esperaba estar
en ese momento y en ese lugar. Pero una vez que estaba ahí no la quería dejar
pasar.
—¿Por qué decís que no esperabas estar ahí?
—Lo que pasa es que me había costado tanto
ganarme un lugar en River que no me quería ir. El día que me dijeron que estaba
la posibilidad dije que no. Me tuvieron que convencer. Había estado un año y
medio intentando ganarme un lugar, lo conseguí, fui titular todo el torneo,
salimos campeones y me quería quedar ahí. Después entendí que jugar en Europa
es una marca para el futbolista. Es un rasgo distintivo. La experiencia de
vivir en Europa te abre la cabeza.
—¿Tenías tiempo para darte cuenta que
estabas haciendo esa experiencia o la viviste después?
—Si, claro. Me propuse vivir esa
experiencia. Yo disfruté mucho vivir en Madrid, sacar el auto a la noche y
encontrarme en la Gran Vía solo y decirme a mí mismo “mirá donde estoy”. Me
ayudó a entender que nos creemos los mejores en todo y somos una sociedad muy
atrasada, machista, con millones de conflictos. Entonces, dar un paso al
costado para mirar en perspectiva te ayuda a pensar.
—Esa ciudad te dio la chance de jugar uno
de los clásicos más importante del mundo.
—Sí, aunque haya pedido los dos. Igual, la
experiencia es impresionante. Yo jugué contra los Galácticos del Real Madrid.
Jugaban: Casillas; Salgado, Fernando Hierro, Helguera, Roberto Carlos; Guti,
Figo, Zidane, Beckham, Raúl y Ronaldo, el gordo. Yo jugué el clásico en que
Ronaldo hace el gol a los 12 segundos. Si mirás el video, el que lo corre de
atrás soy yo. Empezó el partido encaró le metió un caño al Cholo que jugaba de
central y perdíamos 1 a 0. Un monstruo.
—¿Fue el peor rival que enfrentaste?
—No, peor fue Eto’o. La diferencia es que a
Ronaldo no lo agarrabas pero éste no sólo que no se la robabas sino que si por
casualidad te quedaba te la volvía a robar él. Era tremendo físicamente y
técnicamente. Nosotros después cuando jugué en el Celta teníamos un gran equipo
y le dábamos pelea a todos pero contra ese Barcelona era muy difícil. Ese
equipo de Rijkaard era increíble. Fue el germen del de Guardiola. El cambio fue
suyo.
—Tu deuda pendiente es jugar un clásico
acá?
—Puede ser. Hubiera sido muy lindo jugarlo.
Lo que pasó es que yo jugué muy poco en Central antes de que me compre River.
Apenas seis meses y el clásico que podía haber jugado no me tocó porque
estábamos de viaje para jugar la Libertadores. Nosotros jugábamos el martes en
Colombia y el domingo previo era el clásico. Entonces, el Patón decidió que una
parte del plantel, más que nada los juveniles, nos fuéramos el fin de semana. Y
me perdí el clásico. Por suerte después tuve chances de jugar un River – Boca,
el Atlético – Real Madrid.
—También viviste en lugares increíbles como
Grecia o Las Palmas
—Bueno, antes te hablaba de lo que te
permite crecer esta carrera. Grecia es muy lindo pero es un caos, como nosotros
en cuanto a las formas de vida. En cambio, en Las Palmas vivía en el paraíso.
Jugué seis meses y me iban a hacer contrato por dos años más. Ahí, me llamó
Juan Pizzi para volver a Central. No podía decirle que no. Fue la única vez en
mi vida que fallé en un compromiso de palabra. Después volví a pedirle perdón
al presidente de Las Palmas y a explicarle que me llamaban de mi casa y que
tenía que ayudarlos porque estaban en un mal momento.
—¿Cómo ves a la distancia esa vuelta?
—Yo sé que di todo. Dimos todo. No se dio
por esas cosas que tiene el fútbol pero yo no tengo nada que reprocharme. No
fueron muchos los que volvieron en las malas, yo volví. Hicimos 69 puntos y no
ascendimos. El campeón siempre ascendía con 62, nosotros hicimos siete más y
salimos cuartos. A veces, uno en la calle se come algún garrón por no haber
ascendido pero me sobran los dedos de la mano para contar a los que volvimos,
yo fui uno de esos. Cuando no se tiene que dar no da.
—¿Ya sos entrenador?
—Sí, totalmente. No extraño jugar al
fútbol. Yo me fui preparando mentalmente
para el retiro. Dejé en octubre y hoy no siento que tenga ganas de jugar. Lo
miro desde otro lado, desde un lugar más analítico.
—¿Cómo te imaginas como técnico?
—Un entrenador abierto. Me parece que se
puede ser cercano al jugador y no por eso perder autoridad. Creo que saber
diferenciar cuando acercarte y cuando poner límites logra la adhesión del
jugador, porque más allá de cómo decidas jugar, lo importante es saber
llegarle. El futbolista te lee enseguida, sabe cuando el técnico es inseguro,
cuando le falta capacidad o cuando tiene conocimientos.
—¿Soñás con dirigir a Central?
—Si te dijera que no te mentiría. Igual, no
es el momento. Me parece que para dirigir un equipo como Central hace falta una
experiencia previa. Si bien conozco mucho el club y sé que pasa cuando ganás y
cuando perdés, me gustaría dirigirlo con un poco de experiencia. Por ejemplo,
el Patón había dirigido en inferiores y le fue muy bien. El Chacho (Coudet)
tampoco tenía experiencia y le fue muy bien. Nada garantiza nada. En mi caso yo
quisiera tener algo de bagaje encima para dirigir un equipo tan grande como
Central.
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