miércoles, 11 de julio de 2018

Queríamos tanto a Sampaoli


"En aquel entonces era difícil saberlo", inicia el cuento Queremos tanto a Glenda, de Julio Cortázar. Una suerte de cofradía de adoradores se reunía con metódica obsesión para admirar a Glenda Garson (en presumible referencia a la actriz inglesa Glenda Jackson). Esa admiración no tenía límites para el núcleo cerrado y celoso de integrantes del club.

Nosotros también queríamos tanto a Sampaoli. No con esa devoción pero al menos había algo de admiración en su tarea. Su arribo al sitio más alto al que podía aspirar, llegando desde dónde llegó, lo dotaban de halo particular. ¿Qué le pasó? ¿O que nos pasó a nosotros? ¿O nos pasó a los dos? Ya no nos acordamos pero había consenso casi absoluto (salvo Bilardo o Borghi) sobre su arribo. Hasta el propio Diego Maradona, después crítico del casildense, se subía a la ola sampaolista. Durante la semana del 11 de febrero de 2017, Maradona declaró en diálogo con Radio La Red: "Simeone sería el mejor técnico hoy en día, pero lo condena el último puesto con River. Hoy Sampaoli me parece que es el mejor director técnico del momento".


En Argentina, el público masivo no lo conocía tanto, había tomado notoriedad durante la Copa del Mundo de Brasil y luego cuándo se adueñó de la Copa América, que tanto le pedimos a Messi, pero para Chile. Sampaoli llenaba los ojos del mundo. Decía el diario Sport, el buque insignia del barcelonismo, allá en noviembre de 2016: "Con la bronca de la derrota, con la decepción de irse a su casa a las afueras de Sevilla, con la primera derrota en el Sánchez Pizjuán desde que es entrenador del Sevilla… No cabía tanto cabreo en el enjuto cuerpo de Jorge Sampaoli. Y en esas, mientras se retiraba al vestuario sin mediar palabra con nadie, se encontró con el abrazo de Javier Mascherano que le apareció de dios sabe dónde. Su compatriota le susurró algo cariñoso al oído. Y después llegó Neymar, que también hizo lo propio. Y más tarde, ya en el túnel de vestuarios, apareció la cara sonriente de quien le generó tanto cabreo: Leo Messi. Tres pesos pesados del equipo rindiendo tributo a un técnico que acaba de llegar a Europa y que ha cruzado el charco con la vítola de ser el tercer mejor entrenador del mundo". El tercer mejor entrenador del mundo, nada menos, escrito en letras de molde en el periódico deportivo más importante de Barcelona, la capital del fútbol por esos días.
Incluso, Menotti se deshacía en elogios: "La mayoría de los entrenadores del mundo desprestigian esta profesión. Y Sampaoli la jerarquiza. No hago más divisiones. Ya no más. En el fútbol no hay entrenadores excelentes y otros buenos o malos. No. En el fútbol está el que cuida su profesión, como Sampaoli, y los que parecen obsesionados por estropearlo todo. Mire, yo no tengo amistad con Sampaoli. Pregúntele. Lo conozco, sí. Poco más. Pero lo que hizo, hace y hará es excelente'', opinó el campeón del mundo en una entrevista con ABC de Sevilla.

Era enero del 2017, Sevilla se había impuesto al Real Madrid por 2-1 en una de las sorpresas de la la Liga y la televisión española captó la frase que le dijo el defensor merengue Sergio Ramos a Jorge Sampaoli: "¡Viva la gente con huevos, tú eres uno!", le susurró al oído el campeón del mundo en Sudáfrica al DT. Aún cabían más elogios. Dijo el diario BBC, el 16 de enero de 2017: "El técnico argentino Jorge Sampaoli necesitó de poco más de cinco meses desde que llegó al banquillo del Sevilla para hacer que todo el fútbol español hable de él". Y agrega: "Ese tiempo y una crucial victoria sobre Real Madrid el pasado domingo, que no sólo sirvió para cortar la racha de 40 partidos invicto del conjunto blanco, sino que además le permitió al Sevilla quedar a un punto en el segundo puesto de la Liga".

Antes de su llegada al viejo mundo, los halagos venían desde detrás de los Andes. En enero de 2016, el diario 24 horas de Chile, se lamentaba de la partida de su entrenador record: "La salida de Jorge Sampaoli dio por terminado el proceso más exitoso de la selección chilena. Y es que los números del casildense al mando de la "Roja" lo dejan por encima de otros técnicos, incluso de Marcelo Bielsa: 44 partidos dirigidos, 27 triunfos, 9 empates, 8 derrotas y un 69,8% de rendimiento, superior a Nelson Acosta, Bielsa, Borghi e incluso Aravena, quien había logrado un 61,1%". Federico Valdés, presidente de la Universidad de Chile en tiempos en los que dirigía Sampaoli, afirmaba en abril de 2017 que el casildense era mejor que Bielsa: "Si usted le pregunta a los hinchas de la Universidad de Chile lo aman, adoran, es lo máximo, pero si le preguntan al resto hay opiniones divididas, pero en algo coincidimos los chilenos: fue un extraordinario entrenador para nuestra Selección", afirmó Valdés; al tiempo que agregó: "A mi juicio creo que es mejor entrenador que Bielsa, porque tiene una flexibilidad que Bielsa no tiene, pero la gente de Chile quiere más a Bielsa que a Sampaoli, salvo los hinchas de la U de Chile".

"De golpe los errores, las carencias, se nos volvieron insoportables", dice Cortázar sobre las películas en las que actuaba Glenda. Y a nosotros también se nos volvieron insoportables los errores, las contradicciones, los cambios repentinos y los manotazos de ahogado. Tal vez, porque la película traía consigo errores de montaje, varios planos en fuera de foco, descubrimos que Sampaoli era parte del problema. Y como no pudimos correjirlo o matarlo como uno puede inferir que la ficción, un cuento o la literatura permiten, decidimos matarlo mediáticamente. ¿Nos engañó a todos? ¿Es un farsante? ¿Quién es Sampaoli?

Hoy, la opinión pública asegura que Sampaoli no debe seguir, que no sabe nada, que le manejaron el vestuario y que cada acto, cada decisión fue errónea. Pero no porque salió mal sino por ineptitud. No hay lugar para mirar hacia atrás y ver que en algún sitio, en otro tiempo, las cosas salieron según sus planes.

Nadie duda que sus contradicciones, su enredos verbales, su "falso 9", su línea de tres, sus cambios repentinos, sus manotazos de ahogado, sus impulsos agraviantes sean desencadenantes de la eliminación. Pero aquí se castiga al hombre no al profesional que se equivoca. Se es inepto o dios.
Los adoradores de Glenda veían que las películas conspiraban contra la imagen de su objeto de admiración y quisieron salvarla. Aquí no hay máquinas que editen la vida real, aquí no hay laboratorios ni logística que impida que se vean los errores. Aquí, como en Queremos tanto a Glenda, “no se baja vivo de una cruz”.

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