"En aquel entonces era difícil saberlo", inicia el
cuento Queremos tanto a Glenda, de Julio Cortázar. Una suerte de cofradía de adoradores
se reunía con metódica obsesión para admirar a Glenda Garson (en presumible
referencia a la actriz inglesa Glenda Jackson). Esa admiración no tenía límites
para el núcleo cerrado y celoso de integrantes del club.
Nosotros también queríamos tanto a Sampaoli. No con esa
devoción pero al menos había algo de admiración en su tarea. Su arribo al sitio
más alto al que podía aspirar, llegando desde dónde llegó, lo dotaban de halo particular.
¿Qué le pasó? ¿O que nos pasó a nosotros? ¿O nos pasó a los dos? Ya no nos
acordamos pero había consenso casi absoluto (salvo Bilardo o Borghi) sobre su
arribo. Hasta el propio Diego Maradona, después crítico del casildense, se
subía a la ola sampaolista. Durante la semana del 11 de febrero de 2017,
Maradona declaró en diálogo con Radio La Red: "Simeone sería el mejor
técnico hoy en día, pero lo condena el último puesto con River. Hoy Sampaoli me
parece que es el mejor director técnico del momento".
En Argentina, el público masivo no lo conocía tanto, había
tomado notoriedad durante la Copa del Mundo de Brasil y luego cuándo se adueñó
de la Copa América, que tanto le pedimos a Messi, pero para Chile. Sampaoli
llenaba los ojos del mundo. Decía el diario Sport, el buque insignia del
barcelonismo, allá en noviembre de 2016: "Con la bronca de la derrota, con
la decepción de irse a su casa a las afueras de Sevilla, con la primera derrota
en el Sánchez Pizjuán desde que es entrenador del Sevilla… No cabía tanto
cabreo en el enjuto cuerpo de Jorge Sampaoli. Y en esas, mientras se retiraba
al vestuario sin mediar palabra con nadie, se encontró con el abrazo de Javier
Mascherano que le apareció de dios sabe dónde. Su compatriota le susurró algo
cariñoso al oído. Y después llegó Neymar, que también hizo lo propio. Y más
tarde, ya en el túnel de vestuarios, apareció la cara sonriente de quien le
generó tanto cabreo: Leo Messi. Tres pesos pesados del equipo rindiendo tributo
a un técnico que acaba de llegar a Europa y que ha cruzado el charco con la
vítola de ser el tercer mejor entrenador del mundo". El tercer mejor
entrenador del mundo, nada menos, escrito en letras de molde en el periódico
deportivo más importante de Barcelona, la capital del fútbol por esos días.
Incluso, Menotti se deshacía en elogios: "La mayoría de
los entrenadores del mundo desprestigian esta profesión. Y Sampaoli la
jerarquiza. No hago más divisiones. Ya no más. En el fútbol no hay entrenadores
excelentes y otros buenos o malos. No. En el fútbol está el que cuida su
profesión, como Sampaoli, y los que parecen obsesionados por estropearlo todo.
Mire, yo no tengo amistad con Sampaoli. Pregúntele. Lo conozco, sí. Poco más.
Pero lo que hizo, hace y hará es excelente'', opinó el campeón del mundo en una
entrevista con ABC de Sevilla.
Era enero del 2017, Sevilla se había impuesto al Real Madrid
por 2-1 en una de las sorpresas de la la Liga y la televisión española captó la
frase que le dijo el defensor merengue Sergio Ramos a Jorge Sampaoli:
"¡Viva la gente con huevos, tú eres uno!", le susurró al oído el
campeón del mundo en Sudáfrica al DT. Aún cabían más elogios. Dijo el diario
BBC, el 16 de enero de 2017: "El técnico argentino Jorge Sampaoli necesitó
de poco más de cinco meses desde que llegó al banquillo del Sevilla para hacer
que todo el fútbol español hable de él". Y agrega: "Ese tiempo y una
crucial victoria sobre Real Madrid el pasado domingo, que no sólo sirvió para
cortar la racha de 40 partidos invicto del conjunto blanco, sino que además le
permitió al Sevilla quedar a un punto en el segundo puesto de la Liga".
Antes de su llegada al viejo mundo, los halagos venían desde
detrás de los Andes. En enero de 2016, el diario 24 horas de Chile, se
lamentaba de la partida de su entrenador record: "La salida de Jorge
Sampaoli dio por terminado el proceso más exitoso de la selección chilena. Y es
que los números del casildense al mando de la "Roja" lo dejan por
encima de otros técnicos, incluso de Marcelo Bielsa: 44 partidos dirigidos, 27
triunfos, 9 empates, 8 derrotas y un 69,8% de rendimiento, superior a Nelson
Acosta, Bielsa, Borghi e incluso Aravena, quien había logrado un 61,1%".
Federico Valdés, presidente de la Universidad de Chile en tiempos en los que
dirigía Sampaoli, afirmaba en abril de 2017 que el casildense era mejor que
Bielsa: "Si usted le pregunta a los hinchas de la Universidad de Chile lo
aman, adoran, es lo máximo, pero si le preguntan al resto hay opiniones
divididas, pero en algo coincidimos los chilenos: fue un extraordinario
entrenador para nuestra Selección", afirmó Valdés; al tiempo que agregó:
"A mi juicio creo que es mejor entrenador que Bielsa, porque tiene una
flexibilidad que Bielsa no tiene, pero la gente de Chile quiere más a Bielsa
que a Sampaoli, salvo los hinchas de la U de Chile".
"De golpe los errores, las carencias, se nos volvieron
insoportables", dice Cortázar sobre las películas en las que actuaba
Glenda. Y a nosotros también se nos volvieron insoportables los errores, las
contradicciones, los cambios repentinos y los manotazos de ahogado. Tal vez,
porque la película traía consigo errores de montaje, varios planos en fuera de
foco, descubrimos que Sampaoli era parte del problema. Y como no pudimos
correjirlo o matarlo como uno puede inferir que la ficción, un cuento o la
literatura permiten, decidimos matarlo mediáticamente. ¿Nos engañó a todos? ¿Es
un farsante? ¿Quién es Sampaoli?
Hoy, la opinión pública asegura que Sampaoli no debe seguir,
que no sabe nada, que le manejaron el vestuario y que cada acto, cada decisión
fue errónea. Pero no porque salió mal sino por ineptitud. No hay lugar para
mirar hacia atrás y ver que en algún sitio, en otro tiempo, las cosas salieron
según sus planes.
Nadie duda que sus contradicciones, su enredos verbales, su
"falso 9", su línea de tres, sus cambios repentinos, sus manotazos de
ahogado, sus impulsos agraviantes sean desencadenantes de la eliminación. Pero
aquí se castiga al hombre no al profesional que se equivoca. Se es inepto o
dios.
Los adoradores de Glenda veían que las películas conspiraban
contra la imagen de su objeto de admiración y quisieron salvarla. Aquí no hay
máquinas que editen la vida real, aquí no hay laboratorios ni logística que
impida que se vean los errores. Aquí, como en Queremos tanto a Glenda, “no se baja vivo de una cruz”.
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