Rosario Central se muestra obnubilado con
los retazos del clásico mientras hipoteca el futuro. Con la derrota ante
Rafaela acumuló su octava caída en catorce fechas y es, junto a Olimpo, el
equipo que más perdió en el torneo.
El triunfo de Central en el clásico ante
Newell´s ha actuado como el humo de las bengalas, como una cortina densa y
viscosa que niega lo que está delante de los ojos. Suele escucharse en boca de plateistas
que no les importa demasiado haber caído con Belgrano y Rafaela de modo
consecutivo, incluso tampoco duele tantos lo mal que juega el equipo, porque
haber ganado el clásico tiene ese perfume que lo invade todo y tapa hasta esos
olores que indican que algo puede terminar por podrirse. Una victoria ante el
enemigo íntimo tiene ese condimento que sirve para paliar la crisis futbolera
de cualquier equipo de la Argentina, y en esta ciudad mucho más.
Sin embargo, el canalla debe saber que está
jugando con fuego, que puede estar bailando en el Titanic sin haberse dado
cuenta. El actual torneo no tendrá descensos producto de las modificaciones en
la estructura del certamen. De todos modos, habrá que tener claro que mientras
parece que nada pasa, el promedio sigue jugando su partido silencioso y que en
el futuro pasará factura a quienes no atiendan a su juego.
También es cierto que los últimos dos
torneos, el equipo de Russo alcanzó la puntuación que deseaba. Llegó a las 25
unidades en cada campeonato y entre los dos certámenes sumó 54 puntos. Una
cifra nada despreciable pero, a su vez, nada segura. Sobre todo si el presente
condiciona esos resultados. Hasta hoy Rosario Central suma 16 puntos, está a
nueve de los pretendidos veinticinco, pero la proyección no es del todo
auspiciosa.
El
que más tropezó
Rosario Central es, junto a Olimpo, el
equipo que más perdió en el campeonato. Fue vencido en ocho ocasiones, lo mismo
que el elenco del sur. Sin embargo, la diferencia en la tabla es importante. El
bahiense es el último en las posiciones mientras que el canalla está
decimoquinto.
Haber perdido ocho de los catorce juegos
del campeonato es demasiado para un equipo que se preciaba de competitivo. Sólo
lo mantiene en la mitad de la tabla los pocos empates que ha cosechado en
relación a las cinco victorias que consiguió.
Hay cinco equipos que perdieron menos pero
que empataron más y por eso están abajo del canalla en la estadística. Es claro
que en estos torneos donde el que gana suma de a tres no es nada tentador ser
un equipo que hilvana empate tras empate. Esa sumatoria ínfima de Belgrano,
Gimnasia, Godoy Cruz, Quilmes y Defensa y Justicia, los condena a estar peor
ubicado que el conjunto de Arroyito.
La grilla marca que de los últimos seis
partidos perdió cinco. El único oasis en el camino fue la victoria ante los
rojinegros. Pero el dato se desluce aun más cuando se observa que el equipo
tiene menos goles a favor que los que le convirtieron, que sus goleadores son
Walter Acuña y José valencia, dos futbolistas a menudo suplentes, y que de
local en el Gigante perdió la misma cantidad de partidos que las que ganó. Este
dato replica la preocupación de su entrenador, quien en la conferencia de
prensa tras la caída ante la Crema se lamentó de que el Gigante haya dejado de
ser un fortín inexpugnable.
Carencia
de planes
El conjunto de Arroyito ha sido víctima de
las tentaciones y de la escasez de variantes, no de futbolistas sino de formas.
Utilizar como único recurso el pelotazo a Sebastián Abreu ha sido para el
canalla la única manera de acercarse rápidamente al área rival. El equipo de
Russo se vio tentado por la portentosa talla del uruguayo y creyó que sería la
manera más cómoda de jugar en el área rival.
Sin embargo, físicamente el delantero de
Minas ya no tiene la misma fortaleza y velocidad de otros tiempos en los que
podía sacar clara ventaja ante sus marcadores. Pero además, creer que ese es el
único camino viable es subestimar las capacidades del resto.
Russo siempre acompañó al Loco con un
velocista a su lado que pudiera aprovechar la segunda pelota y trató de reunir
dos carrileros de intenso desgaste por los costados para acompañar esas
opciones ulteriores. Pero nunca pudo imponerse, porque sumado a la condición
física también existe la destreza táctica de los rivales que han sabido
neutralizar esas acciones. Como consecuencia, el canalla en más de una ocasión
se vio perdido en ataque y no hubo otro plan.
Rigidez
táctica
En los últimos compromisos, el entrenador
pareció querer cambiar pero se quedó a mitad de camino. Para el último juego
con Rafaela, por ejemplo, el entrenador optó por poner junto a Abreu a un
jugador más desequilibrante desde la técnica que desde su condición física. La
inclusión de Pablo Becker en cercanías del área pronosticaba otro modo de
arrimarse a ella.
Era posible presumir que al juntar a
jugadores de buen pie como Domínguez, Barrientos, Aguirre, Encina y Becker, el
equipo mostrara otro proceso creativo, pero no. La formula fue la misma. Los
pelotazos frontales a Abreu se multiplicaron y el enlace quedó aislado, sin
participación por abajo y sin conexión aérea con el Loco. Para ese trabajo
hubiera sido mejor que Russo no cambiase.
Algo que nunca quiso hacer el conductor canalla
es romper el doble cinco, utilizó todas las variantes posibles con los tres
nombres con los que cuenta en esa posición, pero siempre con dos hombres en el
círculo central. Uno podía suponer que teniendo a Becker para utilizar como
enlace de dos atacantes los caminos serían distintos pero el entrenador nunca
lo probó ni por un instante.
Tampoco quiso romper la línea de cuatro
defensores ni cuando estuvo en desventaja, una decisión sustentada en la
necesidad de llegar por los costados hasta el fondo del campo. Aunque muchas
veces lo que ocurre es que ni siquiera tienen la chance de hacerlo porque el
equipo no impone sus condiciones.
En cuanto a nombres ha rotado mucho,
utilizó a la mayoría de los que tiene a disposición. Tal vez lo que reste sea modificar
la idea táctica que parece haber sido captada por los rivales y, en
consecuencia, neutralizada.
Lo
que vendrá
De aquí al cierre, Rosario Central tiene dos
compromisos de local ante Vélez y Racing y tres fuera de casa con Estudiantes,
Olimpo y Banfield. Tal vez estos partidos sean instancias de prueba –los
primeros en la fila- y de mantenimiento -los restantes-, siempre con el
objetivo de la puesta a punto para las semifinales de la Copa Argentina ante el
Bicho de la Paternal y la presunción de una posible final, siempre y cuando no
se entretenga bailando en el Titanic y note a tiempo que hay un iceberg
enfrente. En este cierre de año, el canalla se juega la chance de un título
pero también se juega la continuidad o no de un proyecto.
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